Venezolanos en Panamá, entre la discriminación y el ego nacional

Venezolanos en Panamá, entre la discriminación y el ego nacional

En medio de la ola migratoria, el venezolano ha elegido como destino más próximo a Panamá. La oferta de trabajo, los costos del pasaje, quizás sus mismas playas eran unas de las razones más lucrativas para emprender nuevos horizontes hacia las tierras de Donoso Colon. Al extremo que hoy los propios emigrantes venezolanos reconocen que su nuevo terruño tiene poco que envidiarle a la tierra natal, en cuanto a gastronomía, música o recreación. Las arepas y las propias hallacas no son desconocidas en la geografía panameña, y los nacionales son cada vez más reconocidos entre los grupos migratorios que hacen vida en el país caribeño.  Así lo reseña Panorama.com.ve con un trabajo periodístico de Sabrina Machado:
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Incluso hasta hace pocos días, los nuevos residentes estuvieron al pendiente de la celebración de un juego de béisbol en el estadio Rod Carew, donde se iban a enfrentar los Leones del Caracas y las Águilas del Zulia, con la intención de internacionalizar la pelota local. Sin embargo, este partido fue cancelado, lo que dejó a los visitantes con las ganas de escuchar el rugido de los felinos capitalinos o de disfrutar de las travesuras de Agui.
“A veces estoy en un supermercado y me siento en Caracas”, admite María Bolívar, joven que cumple dos años este mes, residiendo en Panamá. Se fue de Venezuela en busca de mejor calidad de vida, al igual que muchos otros. Reconoce que allá consigue cualquier antojo que se le apetezca, desde el queso típico venezolano —que lo compra por Instagram— hasta los codiciados chocolates, pasando por la tradicional cachapa.
“El venezolano llega con visión de negocios y la comunidad que hay aquí te permite explotar esas intenciones, es venta segura; por ello, observas por doquier espacios que podríamos considerar ya propios. Aquí solo extrañas a tu familia o lugares, que obviamente no puedes tener y eso es una gran ayuda, ya que emigrar no es sencillo”, afirma.
Sin embargo, en los días recientes las famosas arepas han comenzado a tener detractores. Personas que se manifiestan en contra de la inmigración venezolana y exigen mayores controles migratorios a sus propias autoridades han tomado la palestra pública.
El 20 de noviembre se desarrolló una manifestación en contra de la migración nacional presente en Panamá. Frases como “Panamá para los panameños”, “Panamá no se vende. No al negocio del crisol de razas”, fueron algunas de las pancartas que se extendieron en la Cinta Costera. Además se repartieron panfletos donde se acusaba a los inmigrantes de la tierra de Bolívar de estafadores, ladrones y violadores, según indicó el periodista venezolano Alejandro Garrido quien tiene ya cinco años viviendo en esas tierras.
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El comunicador explicó que la movilización recaudó 142 firmas y que es la cuarta de esta naturaleza en los dos últimos años. La primera logró 20 rúbricas. Reconoce que las protestas no han calado entre los locales, pero admite que los números van en aumento, lo cual —a su parecer— es preocupante y debe llamar la atención de todos los involucrados.
Posterior a la comentada movilización, los organizadores de la protesta se deslindaron de las consignas contra el tequeño y la arepa, al señalar que la exigencia principal del Frente Nacional Panameño es que las autoridades planteen mayores controles sobre el ingreso al país, en vista que consideran que la situación del local se encuentra en desventaja con respecto al extranjero, que en muchos casos es ilegal.
Sin embargo, los distintos comentarios vertidos en su página de Facebook son dirigidos contra la comunidad venezolana. Los vinculan con hechos irregulares, con actitudes déspotas y violentas. “’Somos mayoría”, dicen los inmigrantes venezolanos en Panamá, deberían organizarse para regresar en masa a su país y derrocar a su gobierno #RecuperemosPanamá”. “Inmigrantes #VenezolanosEnPanama piensan salir a la calle a exigir al Estado panameño cuando ni siquiera pudieron rescatar su propio país, pretenden venir a mandar a su antojo y gobernar a #Panamá”, son algunos de los mensajes que se pueden leer en la mencionada red.
Ante esta situación, Bolívar siente incertidumbre, cree que debe permanecer alerta y quizás bajo perfil, pero por los momentos no se siente estigmatizada o preocupada. La publicista afirma que los hechos han sido sobredimensionados en las redes sociales. Asegura que en realidad la hostilidad no es tal como se evidencia en el tuiter o el facebook y, al igual que otros venezolanos, piensa que la molestia es —en líneas generales— en contra del inmigrante, sobretodo del ilegal.
Mientras se producen estas manifestaciones, una importante heladería venezolana acaba de abrir una franquicia en Panamá, llevando su amplia variedad de sabores al otro lado de las fronteras, para que se una a las arepas, tequeños, cachapas, cachitos, panes de jamón que siguen presentes en la dieta diaria de los venezolanos, a pesar de los miles de kilómetros que hay de distancia con respecto al punto de origen.
Ángel Durán cumplirá dos años en Panamá el próximo febrero. Es legal, pagó ocho mil dólares por lograr su situación actual. Reconoce que la oferta inicial de: “encuentras trabajo en tres meses” lo defraudó; por ello, debió incursionar en otras áreas. Olvidarse de su carrera de marketing y publicidad y sacarle provecho a su otra área de desarrollo, sommelier (responsable de los vinos).
Indica que en la actualidad los sommelier venezolanos ya duplican a los panameños y —a su parecer— en esta situación puede versar la diatriba nacionalista que se ha alimentado los últimos años.
“Aquí corres o te encaramas y en un país de apenas cuatro millones de habitantes la presencia de 500-600 mil inmigrantes se nota con facilidad. El venezolano que llegó a Panamá vino con la necesidad de trabajar y se ve que hay una orientación por parte del empresario a contratar más extranjeros que panameños, debido a su nivel de profesionalización”, señaló Durán, quien acaba de editar la primera Guía del vino de Panamá, mientras que su esposa ganó un premio local, en reconocimiento a su trabajo en el área de diseño gráfico.
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Afirma ser activo en la comunidad venezolana que crece en Panamá. El hombre asegura no haber sentido presiones xenófobas y hasta los momentos se hace de la vista gorda con la situación planteada, aunque prefiere pasar “bajo perfil”. Explica que la comunidad criolla es grande, en extremo se puede llegar a sentir en Caracas. Su hijo, que está escolarizado, comparte con muchos niños venezolanos.
Por su parte, Garrido señala que de acuerdo con las cifras de la embajada venezolana en Panamá hay cinco mil compatriotas. Pero la Cámara Venezolana Panameña asegura que son 150 mil los venezolanos radicados en dicho país. Para él las calles del hambre y las arepas le indican que aún son cifras poco realistas. Estas Navidades, al igual que muchos otros, comerá hallaca y pan de jamón.